En el post  sobre la  visión Pikler hemos visto que uno de los pilares a la base de su trabajo es la libertad de juego y movimiento en el respeto absoluto de la actividad autónoma del niño.

Esto significa que no se habla de estimulación motriz a través de una intervención directa por parte del adulto. El bebé tiene innato un impulso vital para  desplegar todo su potencial y aprender por él mismo los patrones neurológicos que le permitirán salir de su zona confort y evolucionar en las siguientes posturas.

La gran tarea del adulto es crear las condiciones para que esto sea posible, respetando el ritmo del bebé en vivenciar sus propios procesos evolutivos sin querer acelerarlos, con el  riesgo de saltar posturas y impedir la asimilación de ésos patrones a la base del movimiento y de los futuros aprendizajes.

En el prologo de su  celebre libro “Moverse en libertad” Emmi Pikler así habla:

“ Volver al niño sobre el vientre, perderle sentado o de pie, hacerle andar, bajo cualquier pretexto -
forzándole así a mantenerse en estas posiciones con torpeza, un equilibrio muscular y tónico desorganizado parcial o totalmente inmovilizado él mismo , impidiéndole llegar a formas de movimiento cada vez más activamente elaboradas, por su propia iniciativa, por sus propias tentativas, realizando así numerosos movimientos intermedios con destreza, con una buena coordinación y un equilibrio exacto, intentando solamente los movimientos en los que tiene suficiente seguridad  
 - es un práctica que no sólo no favorece el desarrollo infantil sino que resulta perjudicial”.



Me gusta hablar de COREOGRAFÍAS del desarrollo motriz, pensando que cada bebé tiene su ritmo y puede moverse con armonía, elegancia, prudencia, seguridad, expresando su propia coreografía como si de una danza se tratara.
Saboreando y siendo consciente de cada postura, habitando su cuerpo y hallando en él la libertad a la que tiene derecho.

Cuando no está dormido o atendido con los cuidado cotidianos, el bebé puede y debe estar al suelo desde los primeros meses.

Todo empieza de espalda.
Un lactante de 2, 3, 4 meses acostado de espaldas mientras está despierto, posiblemente fuera de su cuna, pasa mucho tiempo examinando sus manos, sus dedos, y más tarde una variedad y sutileza de sus movimientos. El cuerpo relajado, la columna vertebral bien erecta y la cabeza gira sin esfuerzo a ambos lados.
Sube un hombro, levanta la pelvis, poco a poco todo el tronco se vuelve y el bebé se ha vuelto de costado, se vuelve cada vez más; se da la vuelta sobre el vientre.


La postura boca abajo representa una nueva fase y solo resulta familiar para el niño después de un cierto ejercicio: puede tener la cabeza levantada de manera prolongada, levanta progresivamente el tronco y consigue mantenerse en equilibrio sobre los brazos y miembros inferiores, disminuyendo progresivamente el contacto con el suelo.



He dibujado el "Esquema IV", así como lo presenta Emmi Pikler "Se vuelve sobre el vientre y regresa a la posición anterior; se mantiene sobre el vientre", para evidenciar las diversas maneras de moverse tumbado boca abajo.

Durante esta etapa, el bebé ya puede 
reptar de forma simétrica, poniendo las dos manos por delante
; de forma asimétrica, poniendo una mano y luego la otra
; finalmente  añadiendo las piernas.

 A continuación, llega el momento de experimentar las posturas intermedias, en las cuales el bebé encuentra su manera para estar "semisentado".



(Esquema VII)


Asimilando esas posturas el bebé puede avanzar levantándose a gatas sobre las rodillas. El gateo le permite poder subir y bajar escalones y, finalmente, sentarse.



(Esquema XII)


 
El bebé se arrodilla y sube de pié cogiendo con las manos los barrotes o apoyándolas a una  superficie; sube y baja al suelo; deja de cogerse y experimenta la posibilidad de encontrar su propio equilibrio.
Sabe volver al suelo con delicadeza y control, apoyando las manos …empiezan las transiciones abajo- arriba- abajo hasta que, siempre por él mismo, empieza a dar sus primeros pasitos, volviendo al gateo cuando lo necesite para seguir desplazándose.



La necesidad de movimiento en los bebés, resulta aún más clara si miramos a los datos de los estudios realizado en el Instituto Lozcy : los niños cambian muy a menudo de postura. Veamos algunos ejemplos:

En el periodo de «volverse de costado» a «volverse sobre el vientre», se cambia de postura un promedio de 25 veces en 30 minutos.
En el periodo de «volverse sobre el vientre» a «levantarse hasta la posición gatas» o «ponerse semisentado», se cambia de postura una promedio de 42 veces cada 30 minutos.
En el periodo de «sentarse» o «arrodillarse» hasta «ponerse en pie», se cambia de postura un promedio de 63 veces cada 30 minutos.
En el periodo de «ponerse en pie» hasta los primeros pasos, el promedio de cambio de postura es de 74 veces cada 30 minutos.





...  Qué pasa en la práctica?

Nadie dijo que fuera fácil.

ACOMPAÑAR los momentos de frustración.
El bebé boca abajo que quiere volver boca arriba y no lo consigue, lo expresa y se queja.
Esto no quiere decir que necesita tu ayuda, a veces la energía del enfado tiene que ver con el esfuerzo y la voluntad para conseguirlo.
El adulto responderá de manera adecuada, verbalizando : “Es que es muy difícil lo que estás haciendo”; a veces no percibimos que están cansados.

No nos interesa que se agoten practicando, recordamos que es fundamental mantener el equilibrio entre descanso y actividad.



Sonia Kliass, profesora en postgrado Waldorf en diferente módulos sobre el desarrollo del bebé (recuerdo que la visión Pikler y Waldorf coinciden por lo que es la mirada pedagógica en la etapa 0-3), subraya la importancia para el bebé de tener un entorno estable. Cuando todo corre, los bebés paran de observar.
De aquí la importancia de poderlos transportar tumbados cuando todavía no se sientan y reflexionar sobre la utilidad del porteo cuando realmente no están acostumbrados para ir vertical, a de más de la potente estimulación por el rebote de los pasos y la dificultad en tenerle la cabeza suficientemente cogida.



En el Instituto Loczy han observado que cada bebé tiene un ritmo propio para aprender a moverse  y puede variar de muchos meses... hay niños que llegan a caminar al año cumplido y niños que dan sus primeros pasitos a los 2.

Fijaos en estos últimos, si les ayudáramos a caminar cuando erróneamente  pensamos que "ya toca”, les robaríamos un año de aprendizaje.
… Y todo porqué? Porque tenemos la tendencia a ver lo que no hacen, en lugar que ver todo lo que están haciendo.


Tenemos la tendencia también en ofrecer juguetes o material de manipulación demasiado pronto, con el riesgo de desviar la atención a la vivencia que el bebé puede tener de sí mismo, moviéndose en libertad  a contacto con el suelo.

Si hablamos de juguetes, estoy convencida que el primer juguete del niño son sus manos: descubrirlas en su campo de observación y llevarlas a la boca, sintiéndose a sí mismo. 

Ute Strub, otra gran referente en pedagogía Pikleriana, el año pasado dio un taller en Girona que me sorprendió por su perspectiva:
sin casi hablar, hizo  poner todos al suelo para sentir y vivir ese impulso vital propio de un niño pequeño que da origen al  movimiento.

Invito a todos tumbarse boca arriba y tener un momento al suelo, descubriendo - como si fuera por primera vez - la magia de esa danza que lleva a la verticalidad.