REGGIO EMILIA

En 1991 la prestigiosa revista estadounidense Newsweek señaló a la Escuela infantil Diana de Reggio Emilia (Italia) como la mejor institución en Educación infantil a nivel mundial. A partir de ese momento una avalancha de investigadores, educadores, pedagogos americanos (que se unieron a los ya miles de visitantes de casi todos los paises del mundo) quisieron conocer esta meca pedagogíca y profundizar en este enfoque educativo que, hoy, internacionalmente es conocido como el Reggio Approach.


Fue desarrollado en la década de 1970, por el pedagogo Loris Malaguzzi que “con su palabra y sobretodo con su obra en las 34 escuelas municipales de Reggio, ha sido capaz de construir una educación que sueña, desde la realidad, a la belleza de lo insólito” (Alfredo Hoyuelos).


Según Malaguzzi, “el conocimiento es como un bol de espaguetis enredados. Sin principio y sin fin, todos unidos entre sí”.


Acorde con un enfoque constructivista de la la educación temprana y a la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, elabora el concepto de “i cento linguaggi”: se refiere a las muchas formas que tienen los niños de expresarse y dar forma a la experiencia.
Los maestros de Reggio trabajan por proyectos, proporcionando a los niños diferentes vías para pensar y expresar simbólicamente sus pensamientos, deseos y sentimientos; como la compara Malaguzzi, la escuela es un “mercado de ideas” en el que se juega a construir, deconstruir y reconstruir hipótesis de trabajo.


A Malaguzzi le debemos también el concepto de una escuela amable en la que se encuentren bien los niños, las educadoras y las familias. Un “organismo vivo”, habitable, documentada y comunicable, lugar que fascina y encanta, ofreciendo la sensación agradable de descubrir algo nuevo y de estar en un clima sereno donde poder investigar, aprender y reflexionar.


Retomando Piaget, el objetivo de la educación en Reggio es aumentar las posibilidades del niño para que pueda inventar y descubrir.


Hay que aprender a no enseñar nada a los niños que no puedan aprender solos”, es otro mantra de este enfoque.


La Pedagogía de Reggio es una pedagogía de la relación, de la participación.
La bidirecionalidad es uno de los principio ineludibles, que Malaguzzi imagina como un partido de ping pong, en el que las habilidades del adulto y del niño se necesitan mutuamente para que el juego pueda continuar con calidad y pueda permitir que afloren las capacidades de aprendizaje que el niño posee.
El maestro debe ser capaz de re- aprender y encontrar, con los niños, un asombro que tal vez había perdido. "Como compañero del niño, el maestro está dentro de la situación de aprendizaje" (Hewett, 2001).


La interacción entre los niños tiene un valor fundamental en la experiencia de los primeros años de vida; si se realiza en pequeños grupos, permite dinámicas mas frecuentes, interesante, productivas y diversas. Eso conlleva a una dinámica de co-aprendizaje. El niño aprende en la interacción con su ambiente de forma activa, participando en la construcción de su yo y en la construcción del de los otros.


Los de Reggio están convencidos que existe una estética del conocimiento, hablan de “seducción estética “ - como fascinación, encanto, atractivo - para definir el proceso de aprendizaje que hace el niño a contacto con lo bello.


El Atelier (taller), un lugar en el que investigar y desarrollar la creatividad, donde importan más los procesos que los resultados, abre camino a una escuela de la expresión versus la vieja escuela del conocer.


En Cucú - espacio de crianza pretendemos cultivar esta experiencia educativa creando para nuestros niños y niñas un “espacio poético", que incremente el numero de posibilidades y transformaciones posibles.


Utilizamos el concepto de Atelier buscando y seleccionando nuevos materiales - sobre todo naturales y de reciclo - creando pequeñas composiciones basadas en la belleza de lo sencillo.


Si el ambiente, preparado con cuidado y sensibilidad estética, es el tercer maestro, creemos que los materiales sean las “palabras” con las cuales cada niño puede expresar sus cien lenguajes.


Su disposición deliberada y pensada , viene diseñada para sugerir, invitar, provocar la acción en acorde con las necesidades evolutivas del niño.
(Me gusta retomar la etimología del verbo invitar, in vitus: estimular desde dentro (in) que otro actúe por propia voluntad).


Reconocemos la importancia de observar, sabiendo hacia donde hay que mirar, porqué en el hacer del niño se identifican procesos de crecimiento y de documentar con el objetivo de comunicar lo que consideramos importante y significativo, reconociendo su valor y su sentido.