El periodo  de adaptación pone en marcha un proceso especialmente sensible que va mucho más allá de la capacidad  que el niño pequeño tiene para familiarizarse con un nuevo ambiente.

Desde luego pueden sentir mucha atracción por el nuevo espacio de juego porqué por naturaleza su impulso es descubrir, investigar y jugar, pero una cosa es estar a gusto en un nuevo lugar y otro tema es separarse de su referente - en particular de su mamá, elaborando y encontrando quizás por primera vez la manera para ser- sentirse a ellos mismos sin su presencia.

En Cucú apostamos por una transición amable y progresiva, basada en el respeto y la flexibilidad,  entendiéndola como el proceso que hace la criatura  para estar  a gusto en un nuevo entorno sin su referente y para sentirse seguro con un nuevo adulto referente, la educadora que le acompaña y sostiene.

Teniendo en cuenta que se trata del proceso de hacer nuevos vínculos, me parece mucho más justo describirlo  con la palabra “vinculación”. Mientras no haya vínculo el niño tendrá la vivencia de sentirse abandonado, estará  siempre en alerta y en peligro emocional porqué su necesidad principal - la afectiva - no está satisfecha.

El vínculo no se construye en dos días, no se fuerza, no es algo automático.  Hablamos de pedagogía del encuentro (“Tu quien eres? Qué necesitas?” ) donde buscamos una conexión  a través de la mirada en la calma espera de que el pequeño se acerque. Sin presiones, que pueden generar más miedos, de forma espontánea llegará a salir de la “energia vital” de su figura de apego para ir a buscar nuevos contactos con los materiales, los otros niños, la educadora.


Para llevar a cabo este proceso es indispensable la implicación por parte de un familiar en acompañar el niño durante al menos las primeras 2-3 semanas. Para que haya constancia, recomendamos que sea siempre la misma persona (madre, padre, abuelos, canguro) durante todo ese tiempo de vinculación.
Será esta participación indirecta a permitir generar un clima de confianza en el proyecto y sentirse parte de ello, pudiendo observar nuestra manera de trabajar (cómo acompañamos a lo niños) de la forma más genuina y transparente. Quien entrega su bien más grande, necesita creer que va a estar bien y tener la misma ilusión. También cabe decir que no solo el bebé se está adaptando, toda la familia está involucrada en asimilar el cambio, verdad?


En nuestra propuesta ofrecemos estas orientaciones, donde cada fase puede corresponder a una- dos semanas.

Es muy importante esperar a que el infante esté preparado emocionalmente para estar a gusto sin la presencia de quien le acompaña, sin acelerar el proceso de asimilación y sin pasar a la siguiente fase si no ha ido bien la anterior.


PRIMERA FASE: horario reducido (9.30 - 11-30) 


Quien acompaña el niño/a ( = su referente familiar) se queda en Cucú durante las dos horas de permanencia. 
Se recomienda un actitud de presencia plena, sin interferir, observando y realizando algún trabajo manual como tejer, hacer ganchillo o lijar una madera. La idea es que el niño sienta que su referente está presente pero que no está allí para jugar con él.

Durante esta primera semana las actividades de cuidado cotidiano se realizarán de forma conjunta y será su referente familiar a cogerle en brazo si es necesario para cambiar el pañal, salir al patio o comer en la mesa.

Durante los primeros días se sentará a la altura del niño (en el suelo o en un taburete)  en un rincón próximo a la zona de juego y, a medida vaya avanzando el proceso, podrá tomar más distancia física en otros lugares del espacio. Para nosotras es muy importante observar los movimientos de “péndulo” que hace cada niño explorando el espacio y volviendo a buscar su referente cuando lo necesite, por ejemplo, tan solo para enseñarle un material que le haya gustado.


SEGUNDA FASE: horario reducido (9.30 - 11-30)

Las dinámica de separación - reencuentro con quien acompaña el niño.

Esta nueva fase comienza cuando hemos observado que el niño es capaz de alejarse de su referente para investigar el espacio y jugar de forma autónoma durante un buen rato.

El adulto se despide buscando relación / contacto con el infante y le informa de forma firme, espontánea, amorosa, sin alargar demasiado el proceso: “Veo que estás muy bien, puedes seguir jugando con los niños mientras mamá se va un rato fuera a comprar una barra de pan”; te doy un beso y nos vemos muy pronto.  Adiós”.

El objetivo es que el niño integre esta dinámica de separación /reencuentro a medida que vaya familiarizando con el nuevo contexto social, creando nuevos vínculos positivos para su bienestar emocional. El primer día la separación será muy corta, máximo 10 minutos.


A lo largo de la semana se alargará de forma gradual el tiempo de ausencia de su referente familiar si se observa:

- que  la educadora puede  consolarlo  en sus brazos, en el caso lo necesite;

- que el niño puede volver a jugar tranquilamente.


TERCERA FASE:

Si la segunda fase ha fluido de forma positiva y el tiempo de separación ya es de al menos hora y media, entonces podemos añadir  la  comida y de último la siesta.



El nombre Cucú viene de un juego evolutivo común a todas las culturas : el Cucu - trás.
Desde antes del año de edad, se manifiesta como placer por el desaparecer y aparecer, el “estoy-no estoy” en relación a él mismo, el “ está-no está” en relación a otras personas u objetos.

Creo que el aprendizaje más significativo que hace el niño pequeño es poder gestionar ese gran malestar generado por la ausencia de la madre cuando no la puede ver.
Jugar a taparse la cara y destaparse, tapar una muñeca y destaparla …
El reencuentro con algo-alguien después de haberlo perdido de vista, permite al niño pequeño asimilar que las cosas permanecen y, tratándose de un espacio de crianza, diría que todo empieza por ese magnífico descubrimiento: cuando su madre se va y, al cabo de un rato, vuelve.